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TEXTO SOBRE AMENGUAL

ÁLVARO AMENGUAL

María E. Yuguero
 
Un dios imperfecto
Amengual siente el hechizo de la palabra "íngrimo" como expresión de soledad íntima, profunda, no identificable con el término "solo", alusivo en esencia al confinamiento físico. Tal vez la develación de este vocablo centroamericano sea el hallazgo más importante de su acontecer vivencial: el artista es un ser íngrimo, de soledad fatalmente cósmica.
El proceso de creación se gesta desde la angustia más perfecta, la del hombre como un pequeño dios modelando la imagen, que siempre resultará incompleta, a su imagen y semejanza: la obra será espejo de su propia imperfección aspirante a la eternidad. El hombre heideggeriano, como ser-en-el-mundo es falible, y la angustia de la creación se desliza en el tiempo como el reverso de la angustia de la muerte. Íngrimo frente a la trascendencia, el artista, generador de imágenes, se atomiza en representaciones de sí mismo que lo inscribirán en el mundo y lo comunicarán con "el otro" en un imponderable nivel de códigos sensibles.
Alegorías angustiantes
Frente a Polifemo, el héroe Odiseo declara: "Mi nombre es Nadie". Amengual, camuflado dentro de sí mismo, desea ser encontrado, por lo que deja entrever detalles de su ser interior a través de vías paralelas.
Una temática elegíaca lo representa auténticamente. El mito de Ícaro, la lucha de Jacob y el Ángel, Leda y el Cisne, el Arca de Noé, los Ángeles Caídos, las Puertas del Infierno, la Caja de Pandora, Carlota Ferreira como personaje trágico y la simbología implícita en el hundimiento del Graf Spee. Esta panoplia representada en formas orgánicas estremecidas, distorsionadas, con frecuencia barrocas, en ocasiones despojadas, semejan gritos silenciosos a la manera de Munch.
La conciencia del tumultuoso caudal de sus imágenes lleva a Amengual a ejercer un control formal sobre la expresión, por lo que su obra se manifiesta como la imagen congelada de un instante crítico, en que una fuerza latente e inquietante hará estallar violentamente a las formas. La contención parece impuesta como el ejercicio de una regla monástica, aun cuando el planteo formal juega con una pseudo-gestualidad.
Ironías del espejo
En 1992 Amengual pergeñó una serie de dibujos al pastel titulada "Alegoría de la Angustia". Esta designación podría fácilmente metaforizar a toda su producción, cuyas estrictas exigencias formales han condicionado a la obra en términos restrictivos.
Una mirada trágica arrojada sobre situaciones existenciales extremas, humaniza a dioses y desgarra la inmunidad del concepto abstracto. Un sentimiento unamuniano de la vida y alegorías baudelairianas de lo íngrimo: el hombre como ser capaz de grandes dolores.
La resignificación de retratos del pasado ha ocupado un lugar preponderante en su temática. Los personajes son despojados de su equilibrio matérico y reestructurados en el patetismo de su ser interior. No hay piedad para ellos, inscriptos en espacios vacíos, víctimas de desgarros esenciales. Estas formas orgánicas casi monstruosas permanecen hieráticas, intemporales, silenciosas, sumidas en el baño frío de su propia intimidad o en una semipenumbra protectora: "Voy a acostarme sobre la espalda,/ Y a envolverme en vuestras cortinas,/¡Oh, refrescantes tinieblas!". (Baudelaire).
No se trata de caricaturas, aunque la pereza pudiera definirlas de esa forma, sino de trágicos retratos, en cuya galería se incluye el suyo propio. Artista irónico hasta el sarcasmo, puede, en el más burdo de los casos, ser tomado por un afilado humorista, conocedor de debilidades y formulador de imágenes verbales o plásticas de gran agudeza. Introspección: "Cada hombre lleva en sí la forma entera de la humana condición" (Montaigne). Amengual se ríe de sí mismo y del mundo; risa y dolor, vidrio y azogue del espejo.
Interiores naturales, amplios u opresivos, sus espacios con frecuencia desolados, ostentan real o intangible la presencia humana. Los objetos se humanizan obsesivos en gestualidades contenidas, en claroscuros, en texturas y figuraciones surrealizantes. La carbonilla, apasionada y de modelado violento; el pastel evanescente, semipenumbroso de luces tiernas, se estructura con equilibrio, refinamiento y rigor compositivo como una barrera de contención a los desbordes expresivos.
Metáforas del grito
Las corrientes artísticas del siglo XX han tenido entre sus fines ideológicos fundamentales la desmitificación del oficio, que progresivamente ha devenido una gramática arcaica, en aras de la expresión per se, aval de cualquier propuesta de carácter exclusivamente semántico. La solvencia formal, en tiempos en que "Todos somos artistas", hace ostensible por contraste una realidad que perdió vigencia hace una centuria y dejó de ser una amenaza condicionante en el terreno de la plástica.
El lenguaje existencial de Álvaro Amengual utiliza la solvencia técnica como vehículo perfecto de la propuesta formal. El uso de la paleta atemperada en sus óleos, cuya riqueza de texturas torna los detalles en pequeñas joyas barrocas, brillantes a distancia y disfrutables a proximidad. El pastel, de evanescencias sutiles; la acuarela, que en su densidad adquiere el carácter de óleo; la tinta china definida en la línea sensible o en el puntillismo; la carbonilla, drástica y gestual, definiendo espacios inquietantes y figuras distorsionadas por grandes dolores o trágicas interrogantes.
El mundo de este artista, pleno de pathos como una sublevación del creador frente a su destino, ángel caído reinando en la tierra ("¡Oh Satán, ten piedad de mi larga miseria!", Baudelaire), Icaro cuyas alas ideales derritió en vuelo el sol, Epimeteo, curioso abriendo la caja de Pandora, se inunda de imágenes nacidas de la angustia y plasmadas con ternura o con sarcasmo en climas apacibles o en vorágines oscuras.
Amengual sondea fromalidades en el pasado y se proyecta intemporal en un presente cuyo espíritu masificado no abre perspectivas a los valores, conformándose con la expresión una y múltiple de un solo tono: lo átono.
Pluralidad de gritos, pluralidad de voces en un recinto. En un ángulo de la habitación un hombre permanece callado, concentrando pasivo la atención. Amengual calla: su obra hablará por él en la forma lírica de un llanto quedo o de un grito mudo, o sonreirá dolores eternos tan inmanentes al hombre como a sí mismo.
Un silencioso a voces, íngrimo por fatalidad o por elección.
María E. Yuguero
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